Zoé Valdés: La Cuba futura
Reproduzco una intervención de la escritora cubana Zoé Valdés en Tribuna Barcelona, un evento celebrado, supongo, en Barcelona.
Es una intervención bien pensada, sencilla y directa en su lenguaje, pero apasionada; vale la pena leerse. Se puede coincidir o no totalmente con lo que dice (yo, por ejemplo, tengo respuestas diferentes para sus preguntas de apertura), pero dice, en esencia, lo que muchos pensamos.
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La Cuba futura: una propuesta o un interrogante
La autorización de venta de ollas de presión, de teléfonos móviles, de ciclomotores, la permisión a los cubanos para alquilar en los hoteles a tarifas máximas, y otras tantas promesas de esa índole, que provocan risa, no ya a cualquier defensor de los derechos humanos, a cualquier ciudadano normal de este mundo, ¿podríamos considerarlo como la antesala de un futuro mejor en Cuba? Absolutamente no.
Que Raúl Castro, de quien todos conocemos su curriculum vitae, haya sustituido a Fidel Castro, su hermano, en una sucesión dinástica comunista, ¿tendríamos que asumirlo los cubanos amantes de la libertad y del progreso, como cambios sustanciales de una férrea dictadura a una democracia? Desde luego que no.
En reiteradas ocasiones he leído artículos jubilosos que hablan de cambios. ¿Qué cambios podría hacer Raúl Castro? ¿Qué cambios habrían podido haber hecho en sus respectivos países depredadores de las libertades como un Jorge Rafael Videla en Argentina, o un Gustavo Leigh Guzmán, segundo comandante en la junta militar pinochetista? Entonces, ¿por qué los cubanos deberíamos hacernos ilusiones con Raúl Castro, uno de los militares más represores de la historia de Cuba, el segundo bajo la dictadura castrista y designado por el propio dictador para darle continuidad ideológica, política y militar a ese engendro?
¿Por qué el pueblo cubano no se lanza a la calle a protestar entonces? —preguntan muchos. Por miedo, por oportunismo, por todas las medidas represivas que durante cuarenta y nueve años han deformado la personalidad y la psicología del cubano. No está de más recordar, de todas formas, los siete años de guerrilla anti-castrista, la explosión popular del 5 de agosto de 1994 y las Damas de Blanco.
A la Cuba futura se le abren dos caminos delante de ella. El camino de la interrogante, que es el que está viviendo actualmente, ¿qué sucederá con Raúl Castro? ¿Qué ocurrirá cuando se haya anunciado la muerte de Fidel Castro y su presencia no sea más la condición primera del terror? No me aventuro a adelantar buenos augurios. Incluso creo que las medidas que mencioné al inicio no podrían haberse hecho efectivas con Castro en vida, o en su sano juicio. O sea, una de dos: o está muerto, o ha perdido la razón, o está en coma. Pero Castro I no habría permitido nunca que Castro II hiciera tan evidente que al pueblo cubano se le prohibía cocinar en ollas arroceras, poseer teléfonos móviles, moverse en ciclomotores, alquilar en hoteles nacionales, adquirir pantallas de computadoras, y todo eso únicamente por culpa suya. Castro I no habría permitido que Castro II se arrogara la imagen positiva de una cierta apertura, mínimamente a la china.La segunda alternativa o camino para una Cuba futura es la de la propuesta. Esa propuesta está dentro de la isla misma, y fuera de ella, en un exilio competente económica e intelectualmente. Dentro de la isla están las organizaciones disidentes, con sus proyectos, escritos o por escribir; y también un cierto grupo hoy en un segundo plano del poder político, que se conserva discreto para el cambio, sin venderse demasiado como se han delatado los llamados “talibanes” castristas, auténticos rabiosos, sedientos del poder, como son Felipe Pérez Roque, Hassan Pérez, entre otros de la misma estirpe. Dentro de Cuba también existe un número anónimo de intelectuales que mucho podrían aportar a la reconstrucción; hablo desde luego de intelectuales serios que no han pactado un carro, una casa, un viaje, una estancia en el extranjero, una publicación, que un día podrán expresarse en entera libertad.
El problema es que Cuba no es comparable con nada. En todos estos años Cuba alcanzó a crear su propio modelo, que ha sido el del poder piramidal calcado del desaparecido modelo soviético, en función de un solo hombre en el poder, con sus variantes. Durante todos estos años los Castros se dieron a la tarea de preparar minuciosamente el fin de Castro I y la continuidad, y para ello observaron no sólo los modelos comunistas, el chino, por ejemplo, del vietnamita no tomaron nada. Hugo Chávez les facilitó el trecho hacia otra vía de sustentación, y también recurvaron a viejas tendencias admirativas del fascismo (como fue el caso de la fascinación juvenil de Fidel Castro por Adolfo Hitler), las que afloraron enérgica y desvergonzadamente en la primavera del 2003, la Primavera Negra, y el fusilamiento de tres jóvenes ese mismo año. En la Primavera negra fueron encarcelados 75 opositores pacíficos, entre ellos periodistas, poetas, bibliotecarios independientes, se les celebraron juicios sumarísimos, se les condenó a entre 6 y 28 años de cárceles, acusados de recibir instrucciones y de ser “agentes de una potencia extranjera”. Cincuenta y nueve de ellos quedan aún entre las rejas, el resto fue liberado bajo licencias extrapenales por causa de enfermedad; el total de presos políticos es de doscientos cuarenta y dos. Los Castro pretenden, como siempre hicieron en el pasado, canjear presos por medidas a su favor de parte de los gobiernos democráticos europeos.
Fidel Castro no deja más que un legado plagado de errores concretos en política nacional, en lo social, y en economía interna, pero ha sido el más grande especialista de marketing de la historia de la humanidad, creó un producto desbordante de ilusiones: la revolución castrista, la guerra de guerrillas, la rebeldía guevarista, la vendió al mundo, y el mundo se la compró. Lleva razón Carlos Alberto Montaner cuando afirma que el legado de Castro I, aún siendo descabellado, se ha instaurado en los últimos años en América Latina. Su viejo sueño de conquistar países –latinoamericanos– con la ideología –castro-comunista– ha triunfado, no podríamos asegurar su perdurabilidad, pero ahí están Evo Morales en Bolivia, Hugo Chávez en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua, Rafael Correa en Ecuador, todos llegados al poder gracias al populismo y a su admiración devota hacia Castro. Aquí podríamos incluir a los esposos Kirchner en Argentina, a Lula en Brasil, a Bachelet en Chile. Pero es cierto que ni Ignacio Lula Da Silva, y mucho menos Michelle Bachelet, le han seguido la cuerda a los hermanos Castro a pie juntillas, han sabido conservar su independencia como presidentes elegidos democráticamente.
Aparte del espantoso e inseguro legado que acabo de citar, ¿qué otra cosa valiosa deja Fidel Castro? Nada, cero, señores y señoras. No salvo absolutamente nada de la mal llamada revolución cubana. Y la primera razón es que la idea de la revolución cubana se instauró encima de una mentira, de una tergiversación total de nuestra historia real. Ni éramos el país más pobre, ni el más corrupto, ni el menos democrático, ni vivíamos en el más horroroso sistema social de América Latina en el año 1959. Para probarlo acabo de escribir un libro titulado La ficción Fidel, editado por Planeta, que saldrá el próximo 15 de abril. Pero antes que yo, otros lo han manifestado de diferentes maneras, lo han incluso subrayado. ¿Se les ha escuchado, se les hizo caso? No, se les ha acusado de traidores, de insensatos, algunos compatriotas murieron en el exilio intentando aclarar el verdadero pasado de Cuba antes de Castro. Eso es imperdonable.
Pero volvamos a la actualidad cubana. Es cierto que ya nadie cree en nadie en la cúpula dirigente, ni siquiera en ese colectivismo de a porfía. El país completamente arruinado, las familias desunidas, un exilio que constituye el veinte por ciento de la población, las desigualdades, el racismo, el machismo, el igualitarismo, la desconfianza han paralizado la fuerza natural emprendedora del cubano, la espontaneidad, la visión de que la vida es ahora o nunca. Y ya es muy tarde para parar o retirar la cuenta de tantos errores. La cuenta la están pagando ya muchos, en el mismo círculo del poder. Y ellos saben, muy dentro de ellos mismos, que la única posibilidad es un cambio limpio, transparente, una profunda reforma económica, sí, pero que respete primero que nada y que a nadie los derechos humanos del ciudadano cubano.
La gente que tiene el poder sabe más que intuye, e incluyo a Raúl Castro, que sin un diálogo hondo con Estados Unidos y con Europa, no habrá verdadera claridad para una Cuba futura. Lo que para los exiliados y los disidentes constituye desde hace mucho una propuesta, para Raúl Castro y su gobierno, sin embargo, resulta una interrogante, aun conociendo que ésa es la primera solución a adoptar, ¿se atreverán a asumirla? Lo dudo. Dudo de ese diálogo a calzón quitado con los norteamericanos, y también con los europeos.
Para que este diálogo con Estados Unidos y con Europa se cumpla de forma cabal y con un sentido veraz no se pueden poner por delante solamente soluciones económicas, a la par de estas soluciones tendrían que ir, quizás primero, la liberación total de los presos políticos, la aceptación y respeto de los derechos humanos. Y habrá que ir más lejos, a mi entender, luego de consumados estos hechos, Raúl Castro deberá ceder el poder, y aceptar el pluripartidismo, aceptar, en fin, la democracia. El ejemplo de antiguos países del Este les asegura que nada tendrían que temer, inclusive podrían regresar al poder político con un partido, el mismo al que han servido hasta el momento, o con otros, revitalizados. Pero no creo, sinceramente, que Castro esté preparado para ese tipo de porvenir. En primer lugar porque su propio modelo negó y niega este orden de posibilidades.
La segunda interrogante que pudiera derivarse de la primera (la vía castrista) y de la propuesta (la vía disidente y del exilio) es, supongamos que Raúl Castro desaparezca inmediatamente después de su hermano, o en un plazo corto de tiempo. ¿Estaríamos capacitados para irrumpir en el mundo sin la ideología única que conocemos, con discursos demagógicos, con politiquería barata? ¿Estaremos capacitados para organizarnos, garantizar la democracia plural, avanzar hacia modelos de mercados donde se respeten los derechos humanos y que no esclavicen aún más a la población? ¿Quedan deseos de diversidad de ideas, prácticas del pensamiento, autenticidad de palabra todavía en la población cubana que puedan ser puestos de inmediato y rigurosamente al servicio del progreso social, político, y económico? ¿Cuánto nos durarán las secuelas psicológicas del castrismo, teniendo en cuenta que la mayor tortura ha sido la psicológica, y que ésta se ha aplicado con excesiva sutilidad?
Nuestro país posee una historia, no sólo social, no sólo tuvimos héroes de mil batallas, hemos tenido grandes científicos, escritores, artistas, pensadores, pero también genios económicos, empresarios, luminosos emprendedores, y una tradición democrática antes del golpe de estado del año 1952, luego es poco sabido que Fulgencio Batista convocó a elecciones, malogradas por el terrorismo de los revoltosos castristas. El triunfo castrista del año 1959 es precisamente quien destaja de un golpe la vía democrática.
Supongo que la mayoría de los cubanos estemos dispuestos a una transición pacífica, a un cambio rápido pero con moderación e inteligencia; lo que es seguro es que los que no están dispuestos, a todas vistas, son los que mandan. El hecho de que ese cambio implique que haya que cambiar la legislatura y la constitución, porque nada puede ser posible en el sentido más amplio de la democracia con las leyes y la constitución vigentes, es precisamente lo que desean evitar los que se han apoderado de Cuba desde hace casi medio siglo.
El sábado leí en un periódico que la nueva medida era permitir el derecho a la vivienda. ¿Sin el estado, me pregunto? ¿O todavía seguirán los cubanos comprando al cincuenta por ciento con el estado? Cuando me fui de mi país perdí dos apartamentos, el mío y el de mi madre, ambos los pagué yo, pero no me pertenecían al cien por ciento, la prueba es que no pude venderlos, ni donárselos a un familiar, y mucho menos a un amigo. Para que en la Cuba futura la gente se sienta que vive en libertad deben cambiar las leyes de la propiedad. ¿Quién posee algo en Cuba hoy por hoy? Nadie. Ni siquiera la entrega de tierra a los campesinos significa nada. ¿Pueden esos campesinos vender libremente el producto de sus tierras? Sólo al estado, quien le revende al pueblo, en calidad de intermediario y cuyos beneficios son insólitos.
No creo, como se ha dicho en tantas ocasiones, que los antiguos propietarios en el exilio regresen a Cuba con el ánimo de reclamar y despojar a nadie de lo que les perteneció a ellos porque se lo ganaron con su trabajo. Al menos no lo harán con los cubanos de a pie, otra cosa muy distinta será cuando puedan probar que lo que antes les perteneció estuvo y está en manos de instituciones castristas, eso es otro cantar. No estoy de acuerdo con la recuperación avariciosa y despiadada, con el ojo por ojo diente por diente, no. Pero por el contrario, sí concibo la idea de que los cubanos que fueron expropiados, robados, merecen una indemnización razonable, que puede ser viable por diferentes métodos posibles en el mundo actual. De igual manera que confío en que una penalización, estudiada caso a caso, de aquellos inversionistas que colaboraron y colaboran con el régimen castrista y que utilizaron mano de obra esclava, pagándole a los ciudadanos cubanos a través del estado sumas miserables en moneda convertible, deberá llevarse a cabo en su momento.
Pero para que la sociedad cubana se entere y sobre todo perciba el cambio, debe disfrutar de la mejoría. No sólo de una mejoría económica, al mismo nivel de una mejoría social. Nada más real para recuperar un correcto sistema de salud del que se beneficien todos los cubanos que adoptar modelos que existen en Europa para la seguridad social, y en ese terreno Europa podría ayudarnos muy especialmente, no sólo poniendo en nuestras manos las soluciones, las soluciones sin el apoyo económico de poco valdrían.
En esa Cuba futura la palabra clave es la libertad, liberar a los presos, liberar la economía, liberar la sociedad y eliminar tabúes concebidos ideológicamente, liberar la educación y la salud, pero lo primero es liberar el poder, al menos por el momento. No existe ya nada que buscar en el pasado, como no sea la enseñanza, la experiencia, de concepción histórica. No aportaría nada alimentar rencores ni acudir a la venganza como liberación individual, pero no debemos olvidar lo que nos ocurrió. Y algunos sí tendrán que ser juzgados por tribunales penales internacionales, como ha ocurrido en otros países, pero no creo que deberá ser de importante preferencia. Lo principal es reconstruirnos moralmente, económica, política y socialmente, con odios no podríamos. Pero olvidar tampoco serviría.
Muchas veces he tenido que escuchar a personas que viven en el mundo libre decir que Cuba es perfecta, maravillosa, cívica. No he conseguido callarme nunca. Sé, desde luego, que tampoco estamos preparados para rehacer un país a la perfección, porque ésta no existe en sitio alguno. Pero al menos, permitamos que los cubanos lo decidan en democracia, dejemos que Cuba sea un país libre, pediría hasta que sea un país corriente, sin esos traumas del “faro de América Latina”, ni “el más antimperialista del planeta”, etc… En primer orden, porque todos esos epítetos gloriosos, muy a la china, por cierto, no son ni fueron patrimonio exclusivo de Fidel Castro. Cuba fue faro de América Latina desde el punto de vista económico en el año 1957, y mucho antes de que Fidel Castro tomara el poder el pueblo cubano fue antimperialista.
Que Cuba sea un país normal será posible porque los cubanos seremos capaces de serlo y de construirlo. El castrismo nos inoculó el miedo al capitalismo, y a ese veneno se han sumado muchos colaboracionistas del régimen. No pocos europeos lamentan que la isla cambie porque entonces se volverá capitalista, sin advertir que Castro ha hundido a ese país en la miseria, y la solución que encontró para sacarla de ella ha sido justamente la del capitalismo salvaje. Estas personas deberían admitir que lo que se les acabaría será la pachanga, el coger mangos bajitos a costa de la libertad de los cubanos.
¿Por qué no tendríamos derecho nosotros a un capitalismo también normal, con democracia y libertad? Basta ya de que nos toquen locos descerebrados para dirigir el país, basta ya de que sus deseos sean órdenes. Y seamos honestos, entre un mundo totalitarista, y un mundo capitalista, el segundo ha proporcionado mejores, no las perfectas, pero las más adecuadas propuestas de vida al ser humano. Podemos sospechar, sin embargo, que en el proceso de liberación y democratización muchos compatriotas quedarán al campo, pero esos serán los que han vivido cegados, con la fe puesta en el castrismo, y han renunciado a la esperanza, y a la dignidad verdadera que les facilitaría convertirse en individuos libres.
Raúl Castro no está en condiciones de abrirse completamente a un nuevo período. El debate político no ha sido liberado, la prueba ha sido el pasado congreso de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba), que no varió un ápice de lo que ha propuesto como discurso hasta hoy, una especie de declaración de fervores patrios, o un compte rendu como termómetro para medir el estado de opinión; pero por encima de todo, los presos no han sido liberados, entre ellos poetas, periodistas independientes, bibliotecarios independientes. La diversidad social no puede confundirse con la variedad social. Lo diverso calcula la cantidad sin referirse exclusivamente al contenido. En lo variado el contenido es imprescindible, variedad puede existir en muy pocos sujetos. Las nuevas medidas raulistas no han, ni siquiera, aliviado el malestar de la población, generalizado por demás. Más bien lo han agudizado, ahora es cuando es y no cuando ellos quieran, porque es el momento en que la desigualdad y el racismo se agudizan. Para nadie es un secreto que en Cuba hay una pobreza devastadora: no olvidemos a los “buzos”, la gente que vive de los latones de basura, no olvidemos a los que no perciben remesas del extranjero ni tampoco ganan en CUC (moneda convertible entre el peso cubano y la moneda extranjera); no olvidemos que estamos hablando de la gran mayoría de la población cubana, de los obreros, de los ancianos jubilados, de los enfermos. No olvidemos a los negros, ciudadanos de segunda, por culpa del racismo inherente al castrismo.
Antes nadie podía adquirir nada, ahora podrán comprar los que tengan posibilidades y esos son muy pocos, una élite, la mayoría blanca. No creo que la otra, la gran mayoría esté de acuerdo, y por demás, contenta de mirar sencillamente cómo compran unos cuantos y ellos no. Aun cuando el poder reinante le haya inculcado en la cabeza a esa gente que ese es el capitalismo que les tocaría a ellos cuando el monstruo enseñe sus garras, pues, fíjense, sin necesidad de que el monstruo se aproxime, ya están viviendo el capitalismo salvaje de vitrina.
El lenguaje raulista, su método, no es otro que el de imponer un maquillaje, sin hablar mucho, sin invertir demasiada energía personal. Raúl no es Fidel, no posee ningún carisma ni verborrea orate que hipnotice. Raúl Castro sólo sabe manipular en la sombra, quedarse callado, y hacer chistecitos pesados, pero ha sabido ser astuto y le entregó el poder económico al ejército, desde aquella primera corporación denominada Gaviota, aunque no debemos olvidar MC, a los generales fusilados, y al negocio de la droga, amparado por los Castros. Raúl Castro está muy lejos de ser un mago, él mismo lo confesó, pero todavía más lejos de ser un demócrata. Y lo cierto es que en dos años de gobierno no ha cambiado más que el reducido derecho a la adquisición de la pacotilla para dar cuerpo de noticias a los periódicos occidentales.
En dos años, Raúl Castro no ha variado más de lo que variaron las cosas en el año 1989, cuando se inició aquel célebre Período de rectificación de errores y de tendencias negativas; época en la que empezaba la más dura crisis económica que haya vivido la isla con la caída del bloque comunista y la demanda de ciertos sectores de la sociedad de cambios evidentes; culminaba la época en la que el negocio de la droga y de la guerra en Angola habían facilitado un “confort” vivendi a la manera de algunos países comunistas, pero sin llegar a los que gozaba la RDA.
Aún no hemos visto la destrabazón de los negocios particulares, y los impuestos para quienes los tienen, cantidad ínfima, son altísimos, vejatorios, la moneda continúa siendo triple en un desajuste sin precedente, los salarios bajísimos, los precios escandalosos. No se ha hablado más del tan manoseado permiso de entrada y de salida para los emigrantes, o sencillamente para la gente que desee viajar (no sé con qué dinero lo harán, pero siempre estará el exilio que pague, o los extranjeros) El acceso a los hoteles es una de las peores bromas del cuento, tarifas máximas aplicadas a los cubanos, que por supuesto ganan una miseria.
Los dirigentes encabezados por Castro II no cesan de cacarear en reuniones internas que no admitirían un capitalismo de oligarcas, que el ejemplo podía ser cualquier país ex socialista, o por el contrario, Haití, donde impera la más grande las miserias, según ellos. No entiendo estos pronósticos por parte de hombres que dirigen un país, sólo con expectativas negativas, caóticas. También podrían analizar y concluir que podríamos llegar a ser Chile, o España, o Checoslovaquia… pero inevitablemente jamás se dan la posibilidad de ser ellos mismos eficientes.
La pregunta sigue siendo sin embargo, aún todas esas nuevas medidas, “medidas para gastar, no para ganar”, cito a un cuentapropista de a pie en el diario El País. Otra cuestión: ¿La eclosión económica durante la época de Pinochet justificaría sus crímenes?
Por otro lado, es cierto que en el capitalismo el que más gana es el que más posibilidades tiene de invertir, eso es realista; pero en el castro-comunismo, el que más gana se convierte en sospechoso, eso es raulista. Basta recordar los juicios a los generales y las ejecuciones posteriores en el año 1989, y el famoso discurso de Raúl Castro, en el que se preguntaba cómo era posible que esa gente hubiera ganado tanto dinero y viviera tan cómodamente, lo que ni remotamente era el caso del general Arnaldo Ochoa. Él mismo tenía la respuesta, porque el departamento de MC trabajaba bajo las órdenes de Fidel y de Raúl, ¿quiénes sino de ellos?
¿Quién tiene entonces la respuesta a la interrogante de si en Cuba habrá un proceso de transición pacífico y digno? Pues la respuesta la tienen los Castros, como en cualquier dictadura, ni el pueblo cubano, ni los disidentes, ni el gobierno norteamericano. Los Castros solos decidirán si los cambios “estructurales” anunciado por Castro II, y “espectaculares”, se harán en el terreno de la democracia y de las libertades, además de entregar a los campesinos el derecho a sus instrumentos de trabajo, y la pacotilla sensacionalista de móviles, arroceras, y toda la parafernalia citada. ¿Alguien podrá mañana levantarse, dirigirse a la plaza de la revolución y gritar a todo pulmón ¡viva Cuba libre!, sin que lo encarcelen? Ya no estoy hablando de un grito de ¡abajo Fidel!, o peor aún, en estos momentos, ¡abajo Raúl!
Es curioso, cuando se tocan estos temas en bocas cubanas suena a pasión, a sinrazón, para algunos.
Ayer leí en Penúltimos días, luego en El Nuevo Herald, que el músico cubano Elvis Manuel, se encontraba desaparecido después de un intento de irse del país en una lancha. La lancha se encontró vacía, no se sabe si el joven pudo embarcarse en ella, o si la policía castrista lo detuvo antes. Su madre sí consiguió irse en otra lancha, un escampavías norteamericano la deportó a Cuba. Nada más. Llevamos cuarenta y tantos años soportando estos dramas, miles y miles de personas han muerto devorados por los tiburones. ¿La culpa es del imperialismo yanqui, huyen los cubanos de ese imperialismo, o de la dictadura castro-comunista? Estos son nuestros desaparecidos, tienen nombres y apellidos, tuvieron profesiones, sueños y esperanzas. En un video que encontré en youtube, el joven Elvis Manuel, junto a otros jóvenes, cantan, improvisan, uno de ellos sostiene dos teléfonos móviles, y se puede ver una computadora, medio desguasada, pero funcionando… Por lo visto las nuevas medidas raulistas, con el extremista ortodoxo Machado Ventura como segundo, y los militares de toda la vida, no lo detuvieron a la hora de decidir exiliarse, por lo visto Elvis Manuel busca, ojalá esté vivo, no sólo teléfonos celulares, y lo demás, por encima de todo un sitio donde su creatividad prospere en libertad, porque no es fácil arriesgar la vida de esa manera.No estoy de acuerdo con los que afirman que la oposición y el exilio han sostenido una posición férrea ante el inmovilismo de La Habana. La posición de los exiliados y de los disímiles grupos de disidentes durante estos cuarenta y nueve años ha puesto en la mesa múltiples proyectos, desde los más exigentes hasta los más flojos en relación a la dictadura, ninguno de esos proyectos le ha valido a los Castros. Del otro lado de la mesa, el vacío. Con los Castros no se dialoga, ellos no quieren. Con los Castros siempre ha sido a la brava, ¿o ya hemos olvidado el derrumbe de las avionetas justo cuando el ex presidente Clinton hacía sus fintas para suavizar el boicot comercial? La oposición y el exilio deben seguir como hasta ahora, en su diversidad, en su exigencia de la democracia y de las libertades civiles, porque sólo eso garantizará la puesta en marcha del respeto a nuestro dolor, es una deuda pendiente del mundo con los cubanos- y por encima de todo, el trayecto limpio hacia una sociedad democrática. Deberíamos leer más a Leví Marrero y su Cuba: economía y sociedad, o Cuba: isla abierta, para comprobar que no sólo se han manejado en el exilio propuestas políticas extremistas.Sin embargo, la disidencia y el exilio están en su derecho de no reconocer el gobierno raulista en una sucesión dinástica, puesto que tampoco ese gobierno los considera a ellos. El primer paso lo debe dar el gobierno, contestar las miles de cartas que estos disidentes les han enviado durante estos años y no encarcelarlos cada vez que les escriben, como hicieron con La protesta de los Diez, y enviar respuestas reconociendo su fracaso. ¿Quién le ha pedido disculpas a María Elena Cruz Varela? ¿Estarían dispuestos? Hace poco, Mariela Castro, presidenta de la CENESEX, hija de Raúl Castro, afirmó, entre otras barbaridades, que la represión de homosexuales “había sido light.” ¿Es esto un reconocimiento al sufrimiento y a las humillaciones por las que pasaron tantos homosexuales en la isla? ¿Es esto un arrepentimiento? Más bien me parece una burla ante tantos destinos rotos en los campos de concentración castristas, los UMAP.
La fuerza moral está hoy en día de parte de los disidentes y de los exiliados, del sacrificado pueblo cubano. La clase dirigente posee la fuerza económica y política, pero también la represora. Tendría que desaparecer la fuerza represora, y poner en función de la fuerza moral el resto de las fuerzas. ¿Serían capaces?
Como ven, existen más interrogantes que propuestas. O quizás aún no hayamos sabido valorar las propuestas del exilio y de la oposición interna, y sigamos a la expectativa de lo que dictamina el buró político y el consejo de estado. Yo sólo admito la idea de la libertad, de un estado de derecho, de la democracia. Creo que es el único modo de dejar de ser sólo seres cubanos y convertirnos en seres humanos. En la antigua Roma a los esclavos se les saciaba el hambre, también a los esclavos africanos se les saciaba el hambre en los barracones con dietas que ya quisieran los cubanos de hoy, y seguían siendo esclavos. Esperemos que los cubanos muy pronto puedan saciar pacíficamente su sed de libertad, y puedan apreciar la vida de forma libre y natural, como en aquel poema dedicado Al Cauto de Carlos Manuel de Céspedes:
“Así es el hombre. Entre caricias nace;
risueño, el mundo al goce le convida;
todo es amor, y movimiento y vida.”
Muchas gracias.
14 de abril del 2008.
© Zoe Valdés
2 comentarios:
Iskan,a mi me gusta entrar a tus comentarios a diferir, llevarte la contraria, etc, etc, etc... pero esta ves no puedo... no se, este articulo se parece mas a mi que a ti, de verdad que lo pusiste tu?... me gusto...
Je, je... es que es muy dificl no coincidir con lo que dice ZV.
Pero pronto te pondré algo de centro-izquierda para que ebullas un poco...
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