Cubanistica y otras razones: Lo que se dice acerca del tema

miércoles, 27 de febrero de 2008

Lo que se dice acerca del tema

Abri este post sólo para para reproducir un artículo que publica un columnista mexicano en el periodico La Crónica de Hoy sobre el tema Cuba y la sucesión que me parece bueno:


El maximato cubano

Por: Francisco Báez Rodríguez Opinión
Martes 26 de Febrero de 2008 Hora de publicación: 02:14

Más que socialismo y antiimperialismo, la Revolución Cubana es Fidel Castro. Y lo que va con ello: “Lo que usted ordene, Comandante en Jefe”. Ahora, con su retiro, varios analistas consideraron que se podría abrir un periodo de transición, en el que la Revolución Cubana transitara hacia un modelo menos rígido, al menos en el aspecto económico, a la manera de China. El relevo determinado por la Asamblea Nacional de Cuba nos dice que esa transición tendrá que esperar, por decir lo menos.

Ahora que decir —como acabo de hacerlo— que la Asamblea Nacional determinó el relevo es faltar a la verdad. Los diputados se enteraron de la lista definitiva de candidatos al Consejo de Estado momentos antes de ejercer su voto unánime.

En su lógica de dejar la sucesión “atada y bien atada”, Fidel Castro ha instaurado un maximato, en el que sus herederos se subordinan abiertamente a las políticas que dicta el ala dura, que no es otro que el propio Fidel. Las personas que integran el gabinete y la dirección política tienen su aprobación y es previsible que se le consulte en todo asunto de trascendencia.

Hablando de herencias, Raúl dice que “el Partido Comunista es el único digno heredero”. El primer secretario del PCC sigue siendo su hermano mayor.

Durante todos estos años, las “leyes objetivas de la construcción del socialismo” han sido las leyes subjetivas —cuando no las ocurrencias— de Fidel, especialista en comercio internacional, en cultivo de cítricos, en técnicas de construcción, en lo que ordene el Comandante. Así seguirá siendo, mientras él viva. “Hay que contar con Fidel para todo”, dice Raúl.

La aplanadora burocrática funcionó de nuevo. La unanimidad forzosa. Y la voluntad de los hermanos se expresó de manera cristalina con el nombramiento de José Ramón Machado como el número dos del régimen.Y aquí hay que hacer un poquito de historia. En 1958, durante la guerrilla en la Sierra Maestra, Fidel comisiona a Raúl para que abra un frente en la zona de Guantánamo. Las acciones militares de éste, el “Segundo Frente Frank País”, son dirigidas por Efigenio Amejeiras; la operación política corre a cargo de Raúl… y de Machado. Desde entonces corre el vínculo.

Raúl Castro y Machado, formaron, junto con Manuel Piñeiro, “Barbarroja”, un grupo compacto. Piñeiro —ya fallecido— fue el creador, con la asesoría de la Stasi de la República Democrática Alemana, de la Dirección General de Inteligencia de Cuba: la policía política. Machado, ministro de salud; Raúl, ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Este grupo, inicialmente prosoviético, tuvo fricciones notables con Camilo Cienfuegos y con el Che Guevara. Fue central en la detención de Huber Matos, en la purga de los socialistas históricos (la llamada “microfracción”, refundida en prisión por sus pretensiones reformistas) y, décadas después, en el ajusticiamiento del general Arnaldo Ochoa y los hermanos La Guardia y en la depuración que acabó con las carreras políticas ascendentes de Robertico Robaina y Carlos Aldana.

En otras palabras, ha sido el grupo con más éxito en la persecución política, en las limpias partidistas, en la instauración de la línea dura y pura.Raúl tiene una doble imagen. En el exterior se le ve como hombre reformista; en el interior, como la cabeza de una camarilla poderosísima dentro del partido y del país, fría y calculadora. Estamos, muy a la cubana, ante la acción de “la tuerca izquierda”, que cuando se cree que afloja, en realidad está apretando. Y enrosca y enrosca y enrosca. Tiene su lógica.

La paulatina desaparición del Comandante en Jefe crea, naturalmente, un vacío. La vieja guardia —esos ancianos obsesionados con sus muertos de los años cincuenta, y que se jodan los vivos— teme razonablemente que ese vacío sea colmado por revolucionarios de nuevo tipo, que quieran preservar el sentido de nación, pero con una apertura que vaya alejando a la sociedad cubana de la unanimidad forzada, de la persecución paranoica y de la irracionalidad económica en la que ha estado sumida.

Esta incapacidad de renovación es también un signo de la decadencia del régimen. El cambio dentro de la gerontocracia es necesariamente de corto plazo. El maximalismo fidelista durará mientras el caudillo pueda seguir siendo —ahora desde su atalaya como columnista del Granma— un Guardián de la Revolución, un Sostén de la Fe. Son las condiciones objetivas —y no las subjetivas de los hermanos Castro— las que crean la necesidad de transformaciones. El tiempo dirá si Raúl y su fiel escudero Machado son capaces de irlas dosificando con prudencia o si, en el intento de aferrarse a los dogmas, solamente exacerban las contradicciones, que tarde o temprano harán saltar en mil pedazos el actual status quo.

Regresando al símil del maximato, no sabemos si el gobierno de Raúl Castro en Cuba será como el de Portes Gil en México, útil para la creación o recreación de instituciones —y, en ese sentido, precursor de cambios—, o como el de Ortiz Rubio, de inmovilismo y claudicación ante el Jefe Máximo. Lo que sí podemos predecir es que, independientemente del estado de salud de Fidel, se gestará lo mismo que durante el callismo: un proceso de desunión entre los revolucionarios, caracterizado por la confabulación, los mensajes cifrados y las zancadillas entre la clase político-militar.

Finalmente, Raúl tampoco es un jovencito y su mandato está destinado a no ser muy largo. La clave está en saber si los políticos cubanos serán capaces de adecuar sus instituciones en este entretiempo. Y si, en el camino, no se les va —junto con Fidel— el último, precario hilito de aliento popular que le queda a la Revolución Cubana. Porque entonces sí se va p’atrás, y todo habrá quedado en una tragedia inútil.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

tu ves, con este estoy mas de acuerdo...

por cierto, ayer, despues de leer algo que puso alguien por ahi sobre el tema, traido de la jornada, me fui a la cronica a buscar la contraparte (nunca leo la jornada sin leer la cronica, ni viceversa, buscando el centro entre los extremos) y no lo encontre... pero estaba... ya veo...
saludos

Anónimo dijo...

Eso. Yo siempre leo la Jornada y cuando veo que le echan con el rayo a algo, seguro es algo bueno. No falla. Sobre todo si lees a un energúmeno que escribe una columna que se llama Astillero: creo que es el unico tipo que ha hecho tambalear mi vocación por la libertad de expresión...